Kepa Arrizabalaga pasó un verano para olvidar. De hecho, no quiere ni pensar
en ello. El portero de la cantera de Lezama ha dejado atrás la lesión de espalda
que le apartó del Mundial sub-20 de Turquía y que le recluyó en la enfermería de
Lezama hasta finales de septiembre. Y ahora, en otoño, es cuando sale el sol
para el portero de Ondarroa.
No hay color entre la alegría que mostraba el pasado lunes, cuando regresó a
Las Rozas, y las lágrimas con las que abandonó la Ciudad del Fútbol a mediados
de junio, cuando no pudo completar el primer entrenamiento y la realidad de su
lesión -una lisis en la L3- le mandó para casa.
“Fue un palo duro entrar en la última lista y no poder ir por lesión. Vi a
mis compañeros por televisión con mucha envidia. Y esa injusta eliminación
contra Uruguay”, rememora el portero.
Los días fueron interminables para el cachorro: "Tuve muchos problemas
para que se curase bien. Sólo me fui 10 días de vacaciones para desconectar un
poco, porque iba todos los días a Lezama para recuperarme y hacer trabajo de
gimnasio".
Esta temporada ha jugado siete partidos con el Athletic Club “B” y fue
convocado para un encuentro del primer equipo. "Desde que regresé no he
tenido problemas. Trabajo mucho preventivamente para que no me duela otra vez.
Y estoy muy feliz por volver a la selección", finaliza un portero que
desde hace tiempo es del gusto de Lopetegui: "Siempre ha estado en nuestro
pensamiento".
De momento, el jueves, ya estuvo en el banquillo de la sub-21 frente a
Bosnia. El futuro le vuelve a sonreír a Kepa.
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